A partir de una casona de principios del siglo XX que funcionó por décadas como una hostería, nace un hotel de 10 habitaciones que combina contemporaneidad y respeto por el pasado.

Se pensó el hotel como una operación de superposición, con una nueva estructura perimetral que diera cuenta de los espacios vacantes a la vez que articulara la casona origina con ampliaciones de menor calidad que se habían sumado en el tiempo.

De este modo, se lograron nuevos espacios y programas a partir de una osamenta de hormigón armado que resolvió en una sola pieza el hall de acceso y una pileta en su azotea, dejando pequeños patios y rajas de luz para que se destaque el cuerpo original de la antigua construcción. Sobre esta se desarrolló una estructura metálica que funciona de soporte de un entramado de hierros de construcción para una fachada de glicinas, al tiempo que avanza sobre la terraza de volúmenes planos, conformado decks y lugares de expansión desde donde se puede apreciar el paisaje dominado por el cerro Uritorco.

El proyecto se juega en los intersticios de los patios y sus dos estructuras, la de hormigón, que resuelve en ingreso y marco de acceso a la casa, y la metálica, que se desprende como una geometría caligráfica en dialogo con las formas de los techos de fuerte pendiente de la vieja hostería.